GEMINIS
Según el Maestro El Tibetano
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22 de Mayo al 21 de Junio
Recogiendo las Manzanas de Oro de las HespéridesParte 1El MitoEl Gran Presidente, dentro de la Cámara del Concilio del Señor, había vigilado los trabajos del hijo del hombre que es un hijo de Dios. ÉI y el Maestro vieron el tercer gran Portal, abierto ante el hijo del hombre, descubriendo una nueva oportunidad para andar el camino.
Ellos advirtieron cómo el trabajador apareció y se preparó para empren¬der su tarea.
"Ordeno que cuiden el árbol sagrado. Que Hércules desarrolle el poder de buscar sin desmayo, decepción o demasiada presteza. Que se le exija ahora perseverancia. Ha cumplido bien hasta ahora". Y así salió la orden.
Lejos, en una región distante, crecía el árbol sagrado, el árbol de la sabiduría, y en él crecían las manzanas de oro de las Hespérides. La fama de estas dulces frutas había llegado a tierras distantes, y todos los hijos de los hombres, quienes se sabían que eran asimismo los hijos de Dios, las deseaban. Hércules, también sabía de esas frutas, y cuando salió la orden de buscarlas buscó al Maestro, preguntándole el camino para ir y encontrar el árbol sagrado y recoger las manzanas.
"Dime el camino, Oh Maestro de mi alma. Yo busco las manzanas y las necesito rápidamente para mi provecho. ¡Muéstrame el camino más rápido y YO iré!”
"No es así, hijo mío”, replicó el Maestro, "el camino es largo. Sólo dos cosas te confiaré, y luego a tí te corresponderá probar la verdad de lo que digo. Recuerda que el árbol sagrado está bien custodiado. Tres hermosas doncellas aprecian el árbol protegiendo bien su fruto. Un dragón de cien cabezas protege a las doncellas y al árbol. Guárdate bien de la fuerza demasiado grande para tí, de los engaños demasiado sutiles para tu comprensión. Vigila bien. La segunda cosa que te diría es que tu búsqueda te llevará donde te encontrarás con cinco grandes pruebas en el camino. Cada una te proporcionará el ámbito para la sabiduría, la comprensión, la destreza y la oportunidad. Vigila bien. Me temo, hijo mío, que tú fracasarás en reconocer estos puntos sobre el Camino. Pero sólo el tiempo lo mostrará; Dios te acompaña en tu búsqueda".
* * *
Con confianza, porque pretendía el éxito no el fracaso, Hércules salió al Camino, seguro de sí mismo, de su sabiduría y fuerza. Pasó a través del tercer Portal, yendo rectamente al norte. Anduvo por toda la tierra buscando el árbol sagrado, pero no lo encontró. A todos los hombres que vio les preguntó, pero ninguno le pudo conducir a él, nadie conocía el lugar. El tiempo pasó, no obstante, buscaba todavía de lugar en lugar y volviendo muchas veces sobre sus pasos hacia el tercer Portal. Triste y desanimado, buscaba, por doquier.
El Maestro, vigilando desde lejos, envió a Nereo para ver si podía ayudar. Éste, vino repetidas veces en forma variable y con diferentes palabras de verdad, pero Hércules no respondía, ni sabía que el mensajero era para él. Aunque era hábil con la palabra y sabio con la profunda sabiduría de un hijo de Dios, Nereo fracasó, pues Hércules estaba ciego. No reconoció la ayuda tan sutilmente brindada. Presentado de nuevo al fin con tristeza al Maestro, Nereo habló del fracaso.
"La primera de las cinco pruebas menores ha pasado", respondió el Maestro, "y el fracaso caracteriza esta etapa. Que Hércules prosiga".
No encontrando el árbol sagrado en el camino del norte, Hércules volvió hacia el sur y en el lugar de la oscuridad continuó con la búsqueda. Al principio soñó con un éxito rápido, pero Anteo, la serpiente, le encontró en ese camino y luchó con él, venciéndole en todas las ocasiones.
"Ella custodia el árbol”, dijo Hércules, "esto se me dijo; el árbol debe estar muy cerca de ella, debo acabar con su guardián y así, destruyéndolo, abatir el árbol y coger el fruto". Sin embargo, a pesar de luchar con mucha fuerza, no triunfó.
"¿Dónde está mi falta?” dijo Hércules. "¿Por qué Anteo puede vencerme? Si aún cuando niño yo destrocé una serpiente en mi cuna. Con mis propias manos la estrangulé. ¿Por qué fracaso ahora?”
Luchando nuevamente con todo su poder, asió la serpiente con ambas manos, elevándola en el aire y alejándole del suelo. ¡He aquí la hazaña fue hecha!: Anteo, vencido, dijo: "Yo vengo otra vez con diferente apariencia en el octavo portal. Prepárate de nuevo para luchar".
El Maestro, contemplando desde lejos, vio todo lo sucedido, y habló al Gran Presidente en la Cámara del Concilio del Señor, refiriéndole la hazaña. “La segunda prueba ha pasado. El peligro ha sido superado. El éxito obtenido en esta ocasión marca su sendero". Y el Gran Presidente respondió: "Que siga adelante".
* * *
Feliz y confiado, Hércules continuó, seguro de sí mismo y con nuevo ánimo para la búsqueda. Se volvió hacia el oeste ahora y, al volverse, encontró el desastre. Entró sin pensar en la tercera gran prueba y el fracaso le encontró y demoró su avance por largo tiempo.
Pues allá encontró a Busiris, el gran engañador, hijo de las aguas, pariente cercano de Poseidón. Su trabajo es conducir a los hijos de los hombres al error, a través de palabras de aparente sabiduría. El afirma conocer la verdad y con rapidez ellos creen. Habla bellas palabras diciendo: “Yo soy el maestro. A mí me ha sido dado el conocimiento de la verdad y debéis hacer sacrificio por mí. Acepten el camino de la vida a través mío. Yo sé pero nadie más. Mi verdad es justa. Cualquier otra razón es errada y falsa. Escuchen mis palabras; permanezcan conmigo y serán salvos". Y Hércules obedeció, y diariamente, debilitándose su entusiasmo por el camino primitivo (la tercera prueba) no procuraba nuevamente conseguir el árbol sagrado. Su fuerza se agotó. El amó, adoró a Busiris, y aceptó todo lo que éste dijo. Su debilidad crecía día tras día, hasta que llegó un día en que su amado maestro le amarró a un altar y lo mantuvo atado durante un año.
De pronto un día, cuando estaba luchando para liberarse, y lentamente, viendo a Busiris por cuya causa estaba en ese trance, vinieron a su mente unas palabras dichas por Nereo hacia largo tiempo: "La verdad está en ti mismo. En ti hay un poder, una fuerza que yace allí, el poder que es la herencia de todos los hijos de los hombres que son los hijos de Dios". Quieto, yació prisionero en el altar, atado a sus cuatro esquinas por un año entero. Enton¬ces, con la fuerza que es la fuerza de todos los hijos de Dios, rompió sus ataduras, asió al falso maestro (que había parecido ser tan sabio) y lo ató al altar en su lugar. No le dijo nada, pero le dejó allí para aprender.
El vigilante Maestro, desde lejos, advirtió el momento de la liberación, y volviéndose hacia Nereo le dijo: "La tercera gran prueba ha pasado. Tú le enseñaste cómo encontrar la salida y a su debido tiempo él supo encontrarla. Que siga adelante en el sendero y aprenda el secreto del éxito".
* * *
Aleccionado, y sin embargo con un alivio lleno de interrogantes, Hércules, continuó con su búsqueda y recorrió mucho camino. El año que pasó incli¬nado en el altar le había enseñado mucho. Retornó con mayor sabiduría a su senda.
Repentinamente, detuvo sus pasos. Un grito de profundo dolor hirió sus oídos. Algunos buitres dando vueltas sobre una roca distante llamaron su atención; entonces, nuevamente se oyó el grito. ¿Debía él proseguir su camino, o debía buscar a aquél que parecía estar en necesidad y así retrasar sus pasos? Reflexionó sobre el problema de la demora; un año se había perdido y sintió la necesidad de apresurarse. Otra vez se oyó un grito rasgar los aires y Hércules, con pasos rápidos, se apresuró a ir en ayuda de su hermano. Encontró a Prometeo encadenado a una roca, sufriendo horribles agonías de dolor, causado por los buitres que picoteaban su hígado, matán¬dolo así poco a poco. Él rompió la cadena que le sujetaba y liberó a Prometeo, persiguiendo a los buitres hasta su distante guarida y cuidando del hombre enfermo hasta que se hubo recuperado de sus heridas. Entonces, con mucha pérdida de tiempo, nuevamente comenzó a ponerse en camino.
El Maestro, mirando desde lejos, habló a su aspirante a discípulo estas claras palabras, las primeras palabras que le decían desde que emprendió la búsqueda: "La cuarta etapa en el camino hacia el árbol sagrado ha pasado. No ha habido retraso. La regla en el sendero elegido que apresura todos los éxitos es, 'Aprende a vivir' ".
Aquel que preside en la Cámara del Concilio del Señor, observó: "Él ha cumplido bien. Que continúe con las pruebas".
* * *
En todos los caminos continuó la búsqueda, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste: Buscó el árbol sagrado, pero no lo encontró. Llegó un día en que, cansado de viajar y con temor; oyó el rumor de un peregrino que pasaba por el camino, "cerca de una montaña distante, el árbol sería encon¬trado". La primera verdadera afirmación que se le daba hasta ahora. Por lo tanto, volvió sus pies hacia las altas montañas del este y en brillante y soleado día, vio el objeto de su búsqueda y apresuró entonces sus pasos. "Ahora tocaré el árbol sagrado", gritó en su alegría, "venceré al dragón que le custodia; veré las hermosas doncellas de grande fama, y cogeré las manzanas".
Pero, nuevamente, fue retenido por sentimiento de profunda pena. Atlas le hacía frente, tambaleante bajo la carga de los mundos sobre su espalda. Su rostro estaba marcado por el sufrimiento; sus miembros curvados por el dolor; sus ojos cerrados por la agonía; él no pedía ayuda; no vio a Hércules sino que permaneció encorvado por el dolor, por el peso de los mundos. Hércules, temblando, observó y estimó la medida de la carga y el dolor. Olvidó su búsqueda. El árbol sagrado y las manzanas desaparecieron de su mente; solo buscó ayuda al gigante, y eso sin tardanza; se arrojó hacia adelante y ansiosamente quitó la carga de los hombros de su hermano levantándola sobre su propia espalda, echándose a los hombros la carga de los mundos. Cerró sus ojos, asegurándose con esfuerzo, y ¡he aquí! la carga rodó, y él se halló libre, y también Atlas.
Delante de él estaba parado el gigante y en su mano sostenía las manzanas de oro, ofreciéndolas, con amor, a Hércules. La búsqueda había terminado.
Las tres hermanas sostenían aún más manzanas de oro, y lo instaban también a recibirlas en sus manos, y Eglé, esa hermosa doncella que es la gloria del sol poniente, le dijo, poniendo una manzana en su mano, "El Camino hacia nosotras está siempre marcado por el servicio. Actos de amor son hitos en el Camino". Luego Erytheia, que cuida la puerta que todos debemos pasar ante el Grande que Preside, le dio una manzana, y en su costado, con luz, estaba escrita la dorada palabra Servicio. "Recuerda esto", dijo, "no lo olvides”.
Y finalmente llegó Hesperis, la maravilla de la estrella vespertina, y le dijo con claridad y amor, "Sal y sirve, y anda por el camino de todos los servidores del mundo, de aquí en adelante y por siempre jamás".
"Entonces yo restituí estas manzanas para aquellos que siguen la misma ruta”, dijo Hércules, y regresó de donde vino.
* * *
Entonces se paró ante el Maestro y rindió debida cuenta de todo lo que había acontecido. El Maestro le expresó su regocijo y luego, señalando con el dedo, indicó el cuarto Portal y le dijo: "Pasa a través de ese Portal. Captura la gama y entra una vez más en el Lugar Sagrado".
El Tibetano
La Naturaleza de la Prueba
Llegamos ahora al tercer trabajo, en el signo de Géminis, concerniente al trabajo activo del aspirante en el plano físico, a medida que llega a una comprensión de sí mismo. Antes que este trabajo activo sea posible, debe haber un ciclo de pensamiento interior y anhelo místico; el esfuerzo tras la visión y un proceso subjetivo continuado, tal vez por muy largo tiempo, antes de que el hombre en el plano físico realmente empiece el trabajo de unificar alma y cuerpo. Este es el tema de este trabajo. Es en este plano físico de la realización, y en el trabajo de ganar las manzanas de oro de la sabiduría, que la verdadera prueba de la sinceridad del aspirante tiene lugar. Un anhelo de ser bueno, un profundo deseo de indagar los hechos de la vida espiritual, esfuerzos tendientes a la autodisciplina, a la oración y la meditación, preceden casi inevitablemente, a este verdadero y constante esfuerzo.
El visionario debe volverse un hombre de acción: el deseo tiene que ser llevado al mundo de la consumación, y aquí yace la prueba de Géminis. El plano físico es el lugar donde se gana la experiencia y donde la causas, iniciadas en el mundo del esfuerzo mental, deben manifestarse y lograr objetividad. Es también el lugar donde se desarrolla el mecanismo de contac¬to, donde, poco a poco, los cinco sentidos descubren al ser humano, nuevos campos de conocimiento y le presentan nuevas esferas para la conquista y la realización. Es el lugar, por consiguiente, donde se logra el conocimiento, y donde ese conocimiento debe ser trasmutado en sabiduría. El conocimiento, nosotros sabemos, es la búsqueda del significado, mientras que la sabiduría es la omnisciencia del conocimiento sintético del alma. Sin la comprensión en la aplicación del conocimiento, nosotros sucumbimos; pues la compren¬sión es la aplicación del conocimiento a la luz de la sabiduría, a los problemas de la vida y al logro de la meta. En este trabajo, Hércules es enfrentado a la tremenda tarea de juntar los dos polos de su ser y de coordinar, o compensar, alma y cuerpo, para que la dualidad dé lugar a la unidad y se fundan los pares de opuestos.
Los SímbolosEuristeo, habiendo observado a Hércules lograr control mental y después sojuzgar al toro del deseo y conducirlo dentro del Templo del Alma, ahora le señala la tarea de ir a buscar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. La manzana ha figurado durante mucho tiempo en mitología y en simbología. En el jardín del Edén, como sabemos, la serpiente dio la manzana a Eva; y al dar esa manzana, y con la aceptación llegó el conocimien¬to del bien y del mal. Este es un método simbólico de contarnos la historia de la aparición de la mente, y de cómo empezó a funcionar en esa primitiva criatura, que no era ni animal ni estrictamente humana. Con el advenimiento de la mente llegó también el conocimiento de la dualidad, de la atracción de los pares de opuestos, de la naturaleza del alma, que es buena, y de la naturaleza de la forma, que es mala si retiene al alma y le impide su completa expresión. No es mala en sí misma.
Es digno de notar que en el jardín del Edén una sola manzana fue dada al ser humano, el símbolo de la separación, de la soledad. Hércules tuvo que buscar las manzanas de oro en otro jardín, y en el jardín de las Hespérides las manzanas eran el símbolo de la pluralidad, de la síntesis, y de los muchos, nutridos por el único árbol de la Vida.
A Hércules sólo se le dijeron tres hechos: que había un jardín encerrando un árbol en el cual crecían las manzanas de oro; que el árbol estaba custodiado por la serpiente de cien cabezas; que, cuando la encontrara, él encontraría allí estas tres hermosas doncellas. Pero no se le dijo en qué dirección estaba el jardín, y cómo encontrarlo. Esta vez no estuvo limitado a tierras salvajes, asolados por yeguas comedoras de hombres; ni estuvo limitado a la pequeña isla de Creta. Todo el planeta tenía que ser explorado, y él fue de un lado a otro, de norte a sur y de este a oeste, hasta que por fin encontró a Nereo, que era experto en toda sabiduría y en todas las formas de lenguaje. Él es llamado en algunos de los clásicos "el anciano del mar". No sólo era sabio, sino muy elusivo, asumiendo muchas formas, y rehusaba siempre dar a Hércules una respuesta directa. Finalmente, sugería con respecto a la dirección en la cual deberían ser buscadas las manzanas, enviándolo por su camino solo y algo desanimado, con apenas una vaga idea en cuanto a lo que tendría que hacer y dónde tendría que ir. Todo lo que él sabía era que tenía que volver hacia el sur; un símbolo de retroceder en el mando, el polo opuesto del espíritu.
Apenas había hecho esto encontró la serpiente con quien tuvo que luchar*. En su búsqueda de las manzanas de oro en el plano físico, Hércules tenía que vencer, como lo hacen todos los discípulos, el espejismo y la ilusión; pues en el desarrollo de la aspiración espiritual, el discípulo es muy propenso a caer en el astralismo y el psiquismo inferior, en una forma y otra. A medida que Hércules luchaba con la serpiente, encontró que no podía vencerla hasta que descubrió, que sólo eran invencible mientras estaba en contacto con la tierra. Simplemente tan pronto como Hércules levantó la serpiente (Anteo) en el aire, ésta se volvió completamente débil e incapaz de derrotarle.
Géminis es un signo de aire, un signo cambiante o común. El espejismo está siempre cambiando, tomando siempre una u otra forma. Atañe a la apariencia y no a la realidad, y la tierra se mantiene por las apariencias.
Habiendo vencido a la serpiente que se erguía en su camino, Hércules continuó con su búsqueda. Su próximo encuentro fue con el espejismo en otra forma. Busiris era un hijo de Poseidón, el dios de las aguas, pero su madre era una simple mortal. Él pretendía ser un gran maestro. Era fluído en el hablar y cautivador en lo que decía. Tenía grandes pretensiones, induciendo a Hércules a creer que él podría mostrarle el camino, que podría conducirlo a la luz, y que él era el custodio de la verdad. Hércules fue completamente engañado. Poco a poco cayó bajo el poder y el hechizo de Busiris; poco a poco rindió, su voluntad y su mente y lo aceptó como su maestro y guía. Finalmente, cuando Busiris tuvo a Hércules completamente bajo su control, le ató al altar del sacrificio y le forzó a olvidar a Nereo. El mito relata que Hércules eventualmente se liberó y reanudó su búsqueda, amarrando a Busiris al altar sobre el cual él mismo había yacido. Nuevamente encontramos desaliento, tardanza, fracaso y engaño caracterizando esta parte de la prueba.
Buscando todavía por todas partes, él encontró a Prometeo atado a una roca con los buitres desgarrando su hígado. La vista de tal sufrimiento fue más de lo que Hércules podía soportar y se desvió de su búsqueda para liberar a Prometeo, poniéndose, por lo tanto, en una posición como para ahuyentar a los buitres.
Llegamos ahora al punto crucial del trabajo que constituye la verdadera prueba. Hércules encuentra a Atlas soportando la carga del mundo en sus hombros, y tambaleando bajo el peso de la tarea que había emprendido. Hércules está tan subyugado por la estupenda empresa de Atlas, y tan preocupado por sus sufrimientos mientras Atlas se esfuerza por llevar el peso del mundo, que abandona su búsqueda de las manzanas de oro. Olvida lo que ha salido a hacer y, apiadado, quita la carga de los hombros de Atlas y la soporta él. Entonces, se nos dice en el maravilloso final de la historia, que Atlas, libre de su carga, va al jardín de las Hespérides, arranca las manzanas de oro sin ningún impedimento u obstáculo de parte de la serpiente de cien cabezas, con la ayuda entusiasta de las tres hermosas doncellas, y lleva las manzanas a Hércules, que ahora también permanece libre, a pesar de todos los obstáculos e impedimentos, desviaciones debidas al espejismo y la ilusión. A pesar de los fracasos y la extensión de tiempo que a él le ha tomado para llegar a la sabiduría, Hércules obtiene las manzanas de oro. Reparar en que el opuesto, o el signo consumado, de Géminis, es el de Sagitario, el Arquero, que da en el blanco y se dirige sin impedimentos hacia la meta: ¡No hay desviaciones ni fracaso! Sólo hay un constante ir hacia adelante.
* También conocida en la mitología como el gigante Anteo, el hijo de Poseidón, dios de las aguas, y Gea, la Tierra. De ahí que, cuando estaba en contacto con la Tierra, su madre, él era invencible.
Parte 2(Géminis, 21 Mayo 20 junio)
El Campo del TrabajoGéminis tiene en ella dos estrellas, llamadas por los griegos, Cástor y Pólux, o los Gemelos. Estas personifican a dos grupos mayores de estrellas, las Siete Pléyades, y las Siete Estrellas de la Osa Mayor, que son las dos constelaciones en el norte alrededor de las cuales nuestro universo parece girar. Una estrella representa cada constelación. Desde el punto de vista del esoterismo, el gran misterio de Dios encarnado en la materia, y la crucifixión del Cristo Cósmico sobre la cruz de la materia, está vinculada con la relación (que se presume que existe desde los tiempos más antiguos) entre las estrellas de las Pléyades y las de la Osa Mayor. Estos dos grupos de estrellas representan a Dios, el macrocosmos, mientras que en Géminis, Cástor y Pólux eran vistas como símbolos del hombre, el microcosmos. Eran también llamadas Apolo y Hércules: Apolo, significando el soberano, el Dios Sol; y Hércules, "aquél que viene a trabajar". Ellos representan, por lo tanto, los dos aspectos de la naturaleza del hombre, el alma y la personalidad, el hombre espiritual y el ser humano a través del cual esa entidad espiritual está funcionando: Cristo encarnado en la materia, Dios trabajando a través de la forma.
Cástor era considerado como mortal y Pólux como inmortal. Es un hecho astronómico interesante que la estrella Cástor está disminuyendo en fulgor y no tiene la luz que tenía hace varios años; mientras que Pólux, el hermano inmortal, está aumentando en brillantez y eclipsando a su hermano, haciendo presente uno de los dichos de Juan el Bautista, expresado mientras miraba a Cristo, "él debe crecer pero yo debo decrecer". (Evang. San Juan, III, 30). Así tenemos a la constelación más significativa, porque ella sostiene siempre ante los ojos del hombre, el pensamiento de la potencia creciente de la vida espiritual y del poder decreciente del yo personal. La historia del crecimiento del hombre hacia la madurez y la del gradualmente creciente control del alma, nos es revelada en la constelación de Géminis.
En el antiguo zodíaco de Denderah, este signo es llamado "El lugar de Aquel que viene", y el pensamiento de un Ser espiritual que emerge es sostenido ante nosotros. Es representado por dos figuras, una masculina, otra femenina; una lo positivo, el aspecto espíritu, y la otra, lo negativo, el aspecto materia. Los nombres copto y hebreo significan "unidos", y este es el estado de Hércules, el aspirante. Él es alma y cuerpo unificados. Este era el problema con el que había que luchar en el signo Géminis. La compensación del yo inferior con el superior, de los aspectos mortal e inmortal, es el objetivo. Fue este problema el que creó la tortuosa y prolongada búsqueda que emprendió Hércules, pues él estuvo finalmente atento a la voz de Nereo, el yo superior, pero a veces, bajo la ilusión y el espejismo del yo inferior.
La dualidad que es enfatizada en Géminis se presenta en gran cantidad de historias mitológicas. Nos encontramos de nuevo a los mismos hermanos en Rómulo y Remo, por ejemplo, y en Caín y Abel, un hermano muriendo y el otro viviendo. Encontramos el símbolo astrológico para Géminis en los dos pilares de la masonería, y muchos creen que la tradición masónica podría, si tuviéramos el poder de hacerlo, ser rastreada hasta ese período, anterior a la era de Tauro, cuando el sol estaba en Géminis, y hasta ese gran ciclo en el cual la raza lemuriana, la primera raza estrictamente humana, empezó a existir; cuando el aspecto mente empezó a emerger, y la dualidad de la humanidad se volvió un hecho en la naturaleza.
La raza lemuriana fue la tercera raza; y este trabajo que Hércules simbólicamente emprendió, es el tercer trabajo. La búsqueda en la cual estaba comprometido era la del alma, y ésta ha sido siempre la búsqueda no reconocida del ser humano, hasta que llega el tiempo en que él se reconoce como Hércules, y empieza a encontrarse en la búsqueda de las manzanas de oro del conocimiento y la sabiduría. Así tenemos en la tradición masónica la búsqueda de la familia humana representada, la búsqueda de la luz, la búsqueda de la unidad, la búsqueda de la divinidad. Y de esta manera los dos pilares, Boaz y Jachim, permanecen como los emblemas de esa dualidad.
En China se habla de Cástor y Pólux como de los dos "dioses de la puerta", mostrando el tremendo poder que el dios de la materia puede asumir, y también la potencia de la divinidad.
Géminis es predominantemente el signo del intelecto y tiene un efecto peculiarmente vital en nuestra raza aria. En esta raza la facultad de la mente y del intelecto han sido firmemente desarrolladas. Géminis, por lo tanto, tiene influencia en tres divisiones que conciernen a las relaciones humanas. Primero, gobierna toda la educación. Se ocupa del conocimiento, de las ciencias, y coloca el fundamento para la sabiduría. Un educador ha dicho que "la finalidad última de la educación es la adquisición del conocimiento para recibir la revelación superior. El que no es inteligente puede recibirla, pero no puede interpretarla". En este trabajo, Hércules recibe una revelación sobresaliente y en las cinco etapas de su búsqueda su educación es constan¬temente estimulada.
El regente exotérico de Géminis y del primer decanato es Mercurio, pues, como Alan Leo nos dice:
"Mercurio en el mundo exterior significa escuelas, colegios, y todos los lugares donde se enseña y se aprende, instituciones científicas y literarias... En relación al conocimiento, significa pensamiento, com¬prensión, razón, inteligencia, intelecto; los géneros abstractos más bien que los concretos, conocimiento por sí mismo... Su más alta aplicación parece ser lo que se llama 'razón pura'... En el cuerpo, gobierna el cerebro y el sistema nervioso, la lengua y los órganos del lenguaje, las manos, como instrumentos de la inteligencia" (Alan Leo, Diccionario Completo de Astrología, p. 163).
Géminis se halla, en segundo lugar, para mediar en las relaciones. Gobier¬na, por consiguiente, el lenguaje, el intercambio o intercomunicación y el comercio. Es interesante notar que los Estados Unidos e Inglaterra son ambos gobernados por Géminis; que el idioma inglés ha llegado a ser predominantemente la lengua del mundo; que las líneas más grandes de la comu¬nicación oceánica empiezan en Nueva York o Londres, y que ambas ciudades han sido mercados mundiales y centros mundiales de distribución. Mercurio, el planeta gobernante del signo, es el intérprete, el mensajero de los dioses. Es digno de notar también en esta conexión, cómo Hércules aparece bajo la influencia de dos maestros: Nereo, el maestro superior, y Busiris, el maestro inferior o psíquico; y así hemos enfatizado nuevamente la dualidad de Géminis y su calidad mental.
Cuando este signo está en evidencia como lo está ahora, siendo un pode¬roso signo inconstante, inaugura muchos cambios; ideas nuevas inundan el mundo; nuevos impulsos hacen sentir su presencia; emergen nuevas y no desarrolladas líneas de acercamiento a la verdad espiritual, y muchos maes¬tros aparecerán por todas partes para ayudar a conducir a la raza a un nuevo estado de conocimiento espiritual. Siendo un signo de aire, encontramos que la conquista del aire marcha con rapidez, y también se hace un esfuerzo constante para unificar y coordinar los muchos y variados aspectos del esfuerzo humano.
Venus es el regente esotérico de Géminis y gobierna el segundo decanato; pues Venus compensa, y a través de su influencia tiene lugar la ley de la atracción y conducir juntos los polos opuestos. Pero todos estos cambios y unificaciones, naturalmente inauguran un nuevo estado de conocimiento, un nuevo estado de ser, y conducen a una nueva era y a un nuevo mundo. Por lo tanto, surgen nuevas dificultades y problemas y encontramos a Saturno gobernando el último decanato, pues Saturno es el planeta del discipulado; el planeta que causa las dificultades, problemas y pruebas, que ofrecen al discípulo oportunidad inmediata. Es Saturno el que abre la puerta a la encarnación, y Saturno el que abre la puerta al sendero de la iniciación. Mercurio, el intérprete, y el intelecto iluminador; Venus, el principio de atracción y de compensación; y Saturno, el generador de la oportunidad: estos tres juegan sus papeles en la vida del aspirante a medida que éste unifica lo superior y lo inferior, pasa a través de las cinco etapas en esta prueba, y prevé la meta que debe lograr finalmente.
Las Tres Constelaciones Simbólicas
Las tres constelaciones que se encuentran en conexión con el signo son Lepus, la liebre, el Can Mayor y el Can Menor, y en su interrelación y su asociación de éstas con Hércules, el aspirante, la historia completa del ser humano, estaba de nuevo notablemente descrita. En el Can Mayor encontramos a Sirio, la Estrella Perro, llamada en muchos libros antiguos "el conduc¬tor de toda la hueste celestial”, pues es diez o doce veces más brillante que cualquier otra estrella de primera magnitud. Sirio ha sido siempre asociada con el gran calor, de ahí tenemos la frase de "los días de perro" en medio del verano, cuando se supone que hace el mayor calor. Desde el punto de vista ocultista, Sirio es de profunda significación. "Nuestro Dios es un fuego consumidor”, y Sirio es el símbolo del alma universal como así también del alma individual. Es, por consiguiente, esotéricamente considerada, la estrella de la iniciación. En el lenguaje de la simbología se nos dice, que llega un momento en que una estrella resplandece delante del iniciado, significando la realización de su identidad con el alma universal, y a ésta, él la vislumbra repentinamente por medio de su propia alma, su propia estrella.
El Can Mayor es el inmortal Sabueso del Cielo, que caza por siempre al Perro más pequeño, el más débil, el hombre en encarnación física. Esta caza ha sido inmortalizada para nosotros por Francis Thompson en "El Sabueso del Cielo”:
"Yo huí de Él, a lo largo de las noches y los días;
Yo huí de Él, bajo la bóveda de los años;
Yo huí de Él, en los caminos laberínticos
De mi propia mente; y en la niebla de las lágrimas
Yo me oculté de Él, y bajo raudales de risa
Corrí por esperanzas entrevistas
Y salí, precipitado,
Bajando por tinieblas Titánicas de miedos abismales,
De aquellos poderosos pies que venían detrás mío".
En el zodíaco de Denderah, esta estrella es llamada Simios, la cabeza. Se nos dice (en el apéndice, p. 1518, de la Biblia Compañera) que la estrella más brillante en el Can Mayor es Sirio, el Príncipe, llamado en persa, El Jefe. Hay otras tres estrella en la misma constelación: una llamada "el anunciador", otra "la resplandeciente", y la tercera "la gloriosa", todas estas frases ponen de relieve la magnificencia del Can Mayor y, esotéricamente, la maravilla y la gloria del yo superior.
En el Can Menor, el "más débil", el mismo escrito nos relata que el nombre de la estrella más brillante significa "redentor", que la que le sigue en brillo es "el portador de la carga" o "el que soporta por los demás". Tenemos, por consiguiente, en el significado de estos dos nombres, una representación de Hércules, a medida que logra su propia salvación y mientras soporta la gran carga de Atlas y aprende el significado del servicio.
Lepus, la fiebre, asociada con estas dos constelaciones, contiene una estrella del más intenso color carmesí, casi como una gota de sangre. El rojo es siempre el símbolo del deseo por las cosas materiales. En el zodíaco de Denderah, el nombre dado es Bashtibeki, que significa "caída maldita". Aratus, escribiendo cerca de 250 años A.C., habla de Lepus como siendo "eternamente perseguida", y es interesante notar que los nombres hebreos de algunas de las estrellas encontradas en esta constelación significan "el enemigo de Aquel que viene", que es el significado del nombre de la estrella más brillante, Arneb; mientras que otras tres estrellas tienen nombres que significan "el loco", "el amarrado", "el engañador". Todas estas palabras son características del yo inferior perseguido eternamente por el yo superior; el alma humana perseguida por el Sabueso del Cielo.
Cuando miramos los cielos estrellados en la noche y ubicamos a Sirio, la Estrella Perro, la historia de nuestro pasado, presente y futuro está dramáticamente representada. Tenemos la historia de nuestro pasado en Lepus, la Liebre, de pies veloces, engañada, loca, amarrada a la rueda de la vida, identificada con el aspecto materia, y siempre la enemiga de "El Príncipe que Viene". En el Can Menor, tenemos la historia del aspirante, de nuestra suerte presente. Morando dentro nuestro está el gobernante interior, la divinidad oculta, el redentor. Nosotros salimos victoriosos y a triunfar, pero tenemos que hacerlo como el discípulo agobiado, soportando por otros y sirviendo. En el Can Mayor tenemos representado nuestro futuro y una consuma¬ción, gloriosa más allá de toda presente realización. Si todas las religiones y escrituras del mundo se perdieran y no nos quedara nada excepto los cielos estrellados, con la historia del zodíaco y el significado de los nombres de las diversas estrellas que se encuentran en las diferentes constelaciones, podríamos seguir las huellas de la historia del hombre, recobrar el conocimiento de nuestra meta y aprender el modo de su realización.
La Lección del TrabajoEl total de esta historia significa realmente la lección que es la primera que todos los aspirantes tienen que dominar, y la que es imposible aprender, hasta que se haya pasado por las pruebas en Aries y en Tauro. Entonces, en el plano físico, en el campo del cerebro y en su estado de conciencia despierta, el discípulo tiene que registrar contactos con el alma y reconocer sus cualidades. El no debe ser más el místico visionario, sino que debe agregar a la realización mística el conocimiento oculto de la realidad. Esto es olvidado a menudo por los aspirantes. Ellos descansan contentos con la aspiración, con la visión de la meta celestial. Han forjado en el crisol de la vida, un equipaje que se caracteriza por las sinceridad, el buen deseo, el carácter agradable, y son conscientes de la pureza del motivo, buena voluntad para cumplir los reque¬rimientos, y la satisfacción de que ellos han alcanzado un cierto estado de desarrollo que los autoriza a seguir. Pero una cosa falta aún: no tienen lo que podría llamarse “la técnica de la presencia"; no tienen privilegio y prerroga¬tiva para poseer. Ellos creen en la realidad del alma, en la posibilidad de la perfección, en el sendero que debe ser hollado; pero la creencia no ha sido todavía trasmutada en conocimiento del reino espiritual. ¡Y no saben cómo lograr su meta! Por lo tanto, como lo hizo Hércules, emprenden la quíntuple búsqueda.
La primera etapa de la búsqueda está llena de estímulo para ellos, habien¬do sido capaces de reconocer el acontecimiento. Como Hércules, se encuentran con Nereo, el símbolo del yo superior, y más tarde en la historia del discípulo, él es el símbolo del Maestro que enseña. Una vez puestos en contacto, especialmente en las primitivas etapas de la búsqueda, el yo supe¬rior se manifestará como un destello de iluminación y ¡he aquí! ha desapare¬cido; como una repentina comprensión de la verdad, tan elusiva, huidiza, que al principio el discípulo no puede asirla; como una sugerencia que se deja caer en el estado consciente en momentos de una concentrada atención, cuando la mente se mantiene firme y las emociones temporalmente cesan de controlar.
En el caso de un discípulo más avanzado que ha establecido contacto con su alma y que, por consiguiente, se puede suponer que está listo para recibir instrucción de uno de los grandes Maestros de la Raza, se encontrará que el Maestro trabaja exactamente como lo hizo Nereo. No se puede entrar siem¬pre en contacto con Él, y sólo ocasionalmente el discípulo entra en comuni¬cación con Él. Cuando lo hace, no necesita esperar felicitaciones por su magnífico progreso, ni encontrará una cuidadosa explicación de su problema, ni el prolijo diseño del trabajo que deberá hacer. El Maestro dará una sugerencia y desaparecerá. Hará una insinuación y no dirá más. Corresponde al discípulo actuar lo mejor que pueda y llevar hasta el fin la sugerencia, la cual él deberá juzgar si es sabia.
Muchos ocultistas bien intencionados lo conducirían a uno a creer que los Maestros de Sabiduría se toman un interés personal con ellos, que los sobrecargados Guías de la Raza, no tienen mejor ocupación que decirles personalmente cómo vivir, cómo resolver sus problemas y cómo, minuciosamente, guiar sus empresas. Me gustaría aquí registrar mi protesta contra cualquier intento de rebajar el trabajo de los Grandes. Las razones por las cuales Nereo, el Maestro, es elusivo y no da sino un destello de pensamiento o de momentánea atención al aspirante, son dos:
Primero, el aspirante individual no es de interés personal para el Maestro hasta que ha llegado el punto en su evolución en que está en tan estrecha relación con su alma, que llega a ser un servidor magnético en el mundo. Entonces, y sólo entonces, le será beneficioso al Maestro enviarle un pensamiento, y darle una sugerencia. Entonces, a medida que esas sugerencias son seguidas, Él puede darle más, pero, y éste es el punto que debe ser enfatizado, sólo en conexión con el trabajo que debe hacer en el campo del servicio del mundo. Los aspirantes necesitan recordar que ellos llegan a ser maestros sólo dominando, y que se nos enseña a ser maestros y se nos lleva a la posición de miembro en el grupo de servidores del mundo, a través de los esfuerzos de nuestra propia alma. Esa alma es un divino hijo de Dios, omnisciente y omnipotente. A medida que el gemelo inmortal aumenta en poder y esplen¬dor el hermano mortal disminuye.
Segundo, los cuerpos físicos de los aspirantes no están en condición de soportar la elevada vibración de aquél que se ha realizado. El cuerpo sería destrozado y el cerebro sería sometido a demasiado esfuerzo, si uno de los Maestros hiciera constante contacto con un discípulo, antes de que él hubiera aún aprendido a conocer a Nereo como el símbolo de su propio yo superior. Cuando por nuestros propios esfuerzos estemos empezando a vivir como almas, y cuando por nuestro propio autoiniciado empeño estemos aprendien¬do a servir y a ser canales de energía espiritual, entonces conoceremos a Nereo más íntimamente; y entonces, casi inevitablemente, nuestro conoci¬miento del trabajo que los Grandes tienen que hacer, será tan vital y tan real, que renunciaremos a nuestro propio deseo por el contacto y buscaremos sólo levantar la carga que ellos llevan.
Al principio de su búsqueda, Hércules se encontró con Nereo; pero no se sintió impresionado y por lo tanto se extravió por otras partes, buscando furiosamente satisfacer su aspiración. Al fin de su búsqueda él se encuentra con Atlas, soportando la carga del mundo, y se siente tan impresionado con el peso de esa responsabilidad y la carga que Atlas, el gran Maestro, está llevando, que olvida todo acerca de la meta y su búsqueda de las manzanas de oro, y se esfuerza por levantar la carga de los hombros de Atlas. Cuando los aspirantes en el campo religioso y en la iglesia, en el campo teosófico, en el campo de los rosacruces, y en los muchos grupos en los cuales ellos gravitan, hayan aprendido a olvidarse de ellos mismos para servir, y a perder de vista su egoísmo espiritual ayudando a la humanidad, habrá una más rápida reunión de los iniciados a través del portal en el Sendero que conduce de la oscuridad hacia la Luz, y de lo ilusorio a lo Real. Uno de los Grandes ha dicho que "hay personas que, sin tener nunca ningún signo externo de egoísmo, son intensamente egoístas en su interna aspiración espiritual". (p. 360, The Mahatma Letters to A. P. Sinnett). Y más tarde ofrecen ante nosotros un estupendo ideal que hace un corte en la raíz del egoísmo espiritual: "Si en nuestra visión de las más altas aspiraciones por el bienestar de la humanidad, éstas se manchan con egoísmo, en la mente del filántropo, acecha la sombra del deseo por el propio beneficio...”.
Hércules, el discípulo, ha conocido el toque del yo superior, pero no lo conocía lo suficiente para permanecer con Nereo. Por lo tanto, se volvió al sur, o de regreso al mundo. Él ha tenido su momento supremo, cuando trascendió el estado consciente de su cerebro y platicó con su alma. Pero esto no dura, y se abandona nuevamente al estado de conciencia del cerebro y entra en otra experiencia. Tiene que luchar con Anteo, la serpiente (o gigante). Pero, esta vez, es la serpiente del espejismo astral y no principal¬mente la serpiente del deseo. Es con los hechizos del psiquismo inferior que él tiene que luchar, y éstos parecen, en las primeras etapas, atraen inevitable¬mente el interés de los aspirantes. Cualquier maestro que haya trabajado con aquéllos que están buscando el Camino, conoce el hechizo bajo el cual ellos pueden caer tan fácilmente. Según el temperamento del aspirante así será el hechizo. Algunos se desvían por los fenómenos espiritistas. En el esfuerzo para penetrar el velo, se sienten absorbidos por el lado inferior del espiritismo y pasan mucho tiempo en la sala de sesiones, estudiando una y otra vez los mismos viejos fenómenos de materialización, comunicación con los espíritus y manifestaciones, no hago aquí referencias a las verdaderas investigaciones científicas de aquellos que ahondan en su indagación, y que están dotados para hacer esto. Me refiero a la participación del ignorante en ciertos tipos de trabajo en la sala de sesiones. Esto intriga al hombre y a la mujer comunes y los pone a merced del igualmente ignorante medium o del charlatán, pues ellos no están equipados para verificar de ninguna manera lo que ven y oyen.
La serpiente puede tomar la forma del aspecto más común de los fenóme¬nos psíquicos. El aspirante se interesa en la escritura automática, o aprende a sentarse y escuchar "voces", se vuelve astralmente clarividente y clariaudien¬te, se une a la confusión del plano psíquico, y así cae dentro de las trampas y peligros latentes del astralismo. Se vuelve negativo, porque está todo el tiempo tratando de oir o ver lo que no es físico. Porque nosotros compartimos con los gatos y los perros la capacidad de ser clarividentes y clariaudientes, a su debido tiempo seguramente veremos y oiremos, si no en realidad, al menos a través del poder de esa facultad creadora que todos poseemos, la imagina¬ción creadora. Pero en una forma y otra, el aspirante que ha dejado a Nereo, se encontrará con la serpiente y tendrá que luchar con ella. Como el mito lo expresa, por un largo tiempo Hércules no pudo vencer, pero cuando levantó a la serpiente en el aire triunfó.
Hay gran verdad debajo de este simbolismo. El aire ha sido siempre mirado como el símbolo del elemento relacionado con el plano de Cristo, llamado en la terminología teosófica y en el oriente, el plano búdico. El plano astral es el reflejo distorsionado del plano búdico, y sólo cuando elevemos el espejismo dentro de la clara luz del alma de Cristo, veremos la verdad como es, y nos volveremos invencibles. Solemnemente, yo me esforzaría por convencer a todos los aspirantes, a renunciar a todo interés en los fenómenos psíquicos, y a excluir tan firmemente como puedan el plano astral, hasta que hayan desarrollado el poder de ser intuitivos, y de interpretar sus intuiciones por medio de una mente bien desarrollada, bien provista y bien entrenada.
La próxima etapa de la búsqueda de Hércules es igualmente aplicable a la humanidad en conjunto. El cayó en las garras de Busiris, que pretendía ser un gran maestro. Por un largo período de tiempo Hércules fue mantenido en cautiverio. El mundo hoy en día está lleno de maestros, y, como Busiris, ellos basan su enseñanza en portentosas pretensiones; afirman que son iniciados, que son los custodios de la verdad, y que tienen un camino seguro y cierto de desarrollo que debe, inevitablemente, capacitar al aspirante para realizarse. Ellos sostienen su posición con promesas; crean la atmósfera para una fuerte relación de la personalidad, y utilizando la sinceridad y la aspiración del buscador tras la verdad, reúnen a su alrededor grupos de hombres y mujeres que inocente y sinceramente creen en la verdad de lo que ellos pretenden, y los atan al altar del sacrificio por un mayor o menor período de tiempo. El verdadero iniciado es conocido por su vida y actos, está demasiado ocupado sirviendo a la raza, para perder el tiempo en interesar a la gente sobre sí mismo, y no puede hacer promesas más allá que decir a cada aspirante: "Éstas son las reglas antiguas, éste es el camino que todos los santos y Maestros de Sabiduría han recorrido, ésta es la disciplina a la cual deben sujetarse, y si sólo tratan de resistir y tener paciencia, la meta seguramente será alcanzada".
Pero Hércules se liberó, como lo hacen todos los buscadores sinceros; y habiendo escapado del mundo psíquico y pseudo espiritual empezó a servir. Primero se liberó a sí mismo bajo el símbolo de Prometeo, el que significa Dios encarnado, liberándolo de la tortura de los buitres de lo antiguo. El plexo solar, el estómago y el hígado son exteriorizaciones, si puedo expresarlo así, de la naturaleza del deseo, y Hércules se liberó a sí mismo de los buitres del deseo, que por largo tiempo lo habían torturado. Dejó de ser egoísta, y de buscar su propia satisfacción. Había tenido dos amargas lecciones en este signo y por este ciclo en particular estaba relativamente libre. Prometeo, el Dios interior, podría adelantarse al servicio del mundo y levantar la carga de Atlas.
Después del sacrificio viene la recompensa, y Hércules recibió su gran sorpresa después de liberar a Prometeo y Atlas. Habiendo abandonado su búsqueda para ayudar al mundo, Atlas fue en su lugar al jardín y le trajo las manzanas de oro, poniéndole en contacto con las tres hermosas doncellas, los tres aspectos del alma.
Al principio de su trabajo él se pone en contacto con su alma como Nereo; al final de su trabajo, habiendo superado muchos espejismos logra una visión grandemente acrecentada de su alma y la ve en sus tres aspectos, cada uno, conteniendo en sí, la potencia de los tres principios de la divinidad. Eglé simboliza la gloria de la vida y el esplendor del sol poniente, la magnificencia de la manifestación en el plano físico. Ella le da una manzana a Hércules, diciendo, "El camino hacia nosotros es, siempre, a través de actos de amor". Erythena cuida la puerta, el alma, que está siempre abierta por Amor Sabi¬duría, y le da a Hércules una manzana marcada con la palabra dorada Servicio. Hesperis, la estrella vespertina, la estrella de la iniciación, repre¬senta la Voluntad. Ella le dice a Hércules, "Recorre el Camino". Cuerpo, alma y espíritu; Inteligencia, Amor y Voluntad, avistados y contactados por el aspirante desinteresado a través del Servicio.
NOTAHe compartido con Ustedes el extraordinario significado del signo GEMINIS, según lo enseñan LOS TRABAJOS DE HERCULES, libro escrito por Alice Bailey, bajo inspiración del Maestro EL TIBETANO.
El texto anterior es una copia de los dos capítulos dedicados a Geminis.
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